lunes, 17 de septiembre de 2012

LAS COSAS IMPORTANTES PASAN EN DIEZ SEGUNDOS


No es pedantería. Es arquitectura, capitalismo y consumo; el mar, en Miami, se ve desde la altura. Relajado, con un cardumen gris muy disperso en su pelo, los cuarenta y pico lo sientan en un sillón con vista al mar y, mientras se deja caer, ofrece una cervecita. Alejandro Sanz entendió un par de cosas. La serenidad es suya. Y envidiable.
Al comienzo de tu carrera te llamaste Alejandro Magno. ¿Lo elegiste vos?
¿Por qué tanto odio? [Ríe con calma] Fue un juego de juventud. Nunca me hablaron de ese disco, nunca tuvo éxito, pero ahora de repente me preguntas. Fue un juego, la pasábamos bien, algunos de los músicos de ese disco son considerados mitos de la movida madrileña, pero era una música de petardeo. Divertida en ese momento, pero no es mi música.
A pesar de que en tu casa había guitarras (tu padre era guitarrista), fue tu mamá la que te anotó en clases al verte frente al espejo con una raqueta de tenis. Una cosa que hace una mamá y te marca así... ¿Te asusta no estar atento a pescar un detalle con tus hijos?
Se me pasarán muchas cosas porque es inevitable. Creo que aprender a ser padre es como aprender a ser mejor persona. Más que decirles frases bonitas y más que buscarles cosas creo que es enseñarles con la gestualidad, la cotidianidad, con los actos y los valores que uno tenga.
La bronca irracional con cantantes. En las redes sociales se convoca a una marcha contra Arjona, por ejemplo. ¿Qué te pasa con eso?
¿Armaron una marcha? ¿Por qué?
"No más poesía falsa"...
Es increíble. Hay gente con mucho tiempo libre. Hay cosas mucho más interesantes por las que movilizarse.
Como por ejemplo.
Colaborar con Greenpeace, luchar por el tema de la Antártida, el hambre de los niños, el sida en Zimbabwe.
¿Tenés alguna bronca irracional?
Sí, hay pequeñas cositas inexplicables, pero no las diré porque son. inexplicables. Son tan irracionales que mi mente las borra para luego no sentir vergüenza ajena. Sí pasan. Pero tengo que hacer el ejercicio, porque todos tendemos a eso. Muchas veces me pregunté por qué había gente que me odiaba si no me conocía.
 
Un ratito solo... ´´La soledad tumultuosa está bien. Está mal vista, injustamente´´. Foto: Gentileza Universal
¿Qué lugar tiene la satisfacción para un compositor?
La satisfacción tiene que acompañarte igual que la duda. Si eres un satisfecho empedernido, no haces nada.
¿Y estar insatisfecho?
Hombre, ¡tampoco un insatisfecho acojonante!
Pero te lleva a otras cosas...
Sí, a no dar por terminada una canción hasta que realmente está cerca de estar terminada. Aunque creo que jamás lo están. Es muy difícil dar en la diana de cuando realmente tienes que dejar una canción. A veces puedes pasarte. Pasa también cuando pintas. Creo que es importante aprender al final a hacer una parada.
¿La soledad?
La soledad tumultuosa está bien. Está mal vista, injustamente. Está muy bien, ¿cuántos miles de millones de seres humanos somos? Un ratito solo no está nada mal.
Sonríe cómplice. En Sanz la sonrisa no son grandes dientes. Son ojos achinados y boca de horizonte. Una línea.
Se escribe a partir de imágenes, de recuerdos. ¿Se escribe a partir de un olor?
No, pero sí están muy presente en mis canciones los perfumes, los aromas. Además es como muy flamenco eso. Hay perfumes que no se captan por la nariz. Siempre recuerdo Sevilla cuando huelo los naranjos, los azahares. Me encanta.
Dijiste: "Lo más punkie que he hecho en mi vida fue casarme" [en mayo de este año, con Raquel Perera, el mismo día que bautizaron a su hijo Dylan]...
Lo sostengo. Es lo más punkie que he hecho. Yo creí que después de la primera comunión no había nada. Yo no me confirmé. Soy un tapado. Pero sí, es lo más punkie que hice.
Aquí, en Estados Unidos, es muy común ver a un artista acompañando a un político (apoyaste a Obama). En la Argentina, desde hace un tiempo, es más visible esto también. ¿Qué pasa en España?
Es una cosa muy curiosa: en España hay como una doble moral para esto. La mayor parte de España es de centro, es decir, le funciona lo de la alternancia de gobierno. Y es porque la gente a veces vota al PSOE y a veces al PP. Pero una vez que tú apoyas a un candidato porque piensas que es bueno, lo que te dicen es que has quedado pegado al partido como si fuera para toda la vida. Y te lo hacen pagar.
No podés alternar.
Sería un chaquetero [que cambia de opinión, panqueque, según nuestro lunfardo]. Es impensable. Por eso soy del centro radical. Al que no sea del centro, le pego [se festeja el chiste y sorbe el resto de la cerveza].
Te digo prima de riesgo y pensás...
Que nos lo podrían ahorrar. No es sano que te informen antes del café. Están todo el día. Estoy haciendo una campaña para que por favor nos dejen de informar. Nos hace daño. Es como si te tomaras la tensión todas las mañanas.
¿Eso empezó ahora, con Rajoy?
No, bueno, sí..., entre uno y otro. Bah, no, empezó con los bancos. Tengo un amigo argentino que me dice: "Ya ganaron un Mundial, ya tienen prima de riesgo., sólo les falta tener vacas".
¿Cómo ves desde Miami la crisis? ¿Te sentís exiliado del lío?
No, para nada. Mi gente está ahí, pago impuestos en España y me duelen las cosas que pasan en mi país. Hay una confusión con que si vivo aquí o allí.
Pero estás instalado acá, en Miami...
Paso bastante tiempo aquí, pero mi residencia es España.
¿Te plagiaste alguna vez?
No, pero sí hay una etapa en la que uno intenta repetir sus éxitos.
¿Caíste?
Al principio lo buscaba, pero me lo negaba a mí mismo. Después te das cuenta. Esta manía que tiene uno de querer copiar sus éxitos. No sé si es por supervivencia o por qué, pero nos ocurre. De todas formas nos pasa a todos, aunque no es consuelo.
¿En qué cliché caíste?
En querer salvar el mundo.
¿Cómo?
¡Opinando! ¡Como todos!
Y no lo lograste...
Nada, nada. No lo he conseguido. Al final entré a formar parte del ruido.
¿Y te da miedo caer en algún cliché?
No me da miedo casi nada. Bueno, casi nada., me da miedo volar.
¿Volar?
¿A ti no? No me digas que disfrutas el avión...
No, pero no me da miedo. ¿El despegue es el problema?
Cuando se mueve., las turbulencias. Volviendo, no me dan miedo los clichés. Creo que la vida es mucho más sencilla y complicada de lo que se cree. Esta contradicción., perdona que te la suelte así, de golpe, suena a eso también, ¿no? La vida está compuesta de emociones. Como pellizcos. Casi todo lo importante pasa en 10 segundos. Y los grandes cambios son casi imperceptibles. Entonces, no me tomo demasiado en serio todo.
Tus 10 segundos.
Cuando besas por primera vez. Cuando mandas a la chingada a alguien.
Se siente bien eso...
Se siente de maravilla.
¿Mandás seguido?
Y., sí. ¡Sí!
Hay que animarse...
Es como aprender a decir no; mucho más difícil que decir sí. Y mira que las consecuencias de decir sí normalmente son peores.
¿Creés que tu faceta de cantautor opacó al guitarrista?
No, nunca quise ser guitarrista.
Pero pintabas muy bueno.
Sí, pero me llamaba mucho más la atención la composición. Ahora hice un solito en el disco de Sabina y Serrat (La Orquesta del Titanic, la canción es Maldito blues). Me gusta hacer esas cosas. Y me pongo otros nombres.
Aprendió, además de muchas cosas, a jugar, de la mano de Paco de Lucía. Por él es que anda escondido en discos de otros artistas con su guitarra y con seudónimo. Y quiso seguir jugando y no nos dijo su nombre.
Soy Sanz, ¿ qué me gusta?
Te gusta la música y las mollejas. Soy el que mejor las hace. Te hago unas así crocantes y jugositas por dentro con limoncito nada más.
¿Lo aprendiste en la Argentina?
Sí, tengo mis contactos.
Si escucho a Sanz, ¿a quién estoy leyendo?, ¿qué autores se cuelan en tu cabeza?
Depende del disco. Este [La música no se toca] juega un poco a cambiar el significado de las palabras. Decirle a una persona mi princesa es como un poco coñazo. Entonces, decirle mi marciana me parece más cercano. De tanto decirle te quiero, te quiero, te quiero nos vamos a aborrecer. Redescubrí a Lorca, con sus poemas recitados por Nuria Espert. Ese tío sí que escribe bien. Qué cosa, cómo maneja el lenguaje y sobre todo el ritmo.
De ser posible, ¿qué ocultarías en tu CV?
Que hice mecanografía. Vergonzoso. ¡Soy una secretaria, coño! En aquella época pensaba eso. Parecía que estaba condenada al desuso, pero apareció la computadora. Pensaba: Los buenos escritores escribían con dos dedos.
¿Qué canción pensaste que sería un hitazo y no pasó?
Aprendí a bajar las expectativas un escaloncito. Si no pasa nada, no pasa nada. Es importante aprender a desligarse del triunfo constante y compulsivo. Si todo fueran hitazo pues ya no habría hitazos. Imposible estar hitando, hitando e hitando. Como eso de los trending topics que nos hemos inventado ahora [son las palabras clave más usadas en un momento dado en Twitter]. El mundo real es éste: comes, sales, te tomas una cerveza, follas. Lo otro es un juguete. Hay gente que vive ese mundo solamente.
Es compositor de todas sus canciones. Tiene 15 discos y es el artista español con más premios Grammy (16 latinos y 3 americanos). Es uno de los artistas latinos con más seguidores en las redes sociales, algo así como casi 7 millones en Twitter y 2 millones en Facebook. Sanz es humano, tiene BlackBerry y se equivoca.
¿Qué te hizo Internet?
En un momento lo tomé demasiado en serio. Soy un poco impulsivo. Estoy en Twitter y es complicado. Es inmediato. Hubo un par [de famosos] que fuimos conejillo de Indias con esto. Luego aprendes.
Te enganchaste a contestar...
Sí. Y si bebes, no twittees.
Twitteaste. ¿beodo?
No estaba en pedo, pero bueno. Te tomas una copita y bueno. Hay que poner un control, como cuando vas a conducir. Si soplas y te da más de 0.3, no puedes twittear. Y no sólo twittear. Creo que todo el mundo la hemos cagado con el celular. Alguna vez, eso de beber y escribir. Si bebes, el móvil, como el carro, lo tienes que dejar.
¿Qué no entendiste aún?
No sé, pero hay tan pocas cosas que me importan entender. He comprendido una que es fundamental: no tomarme demasiado en serio casi nada.
¿A vos mismo?
A ratitos.
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Alejandro Sanz - Se Vende (video Oficial)

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viernes, 7 de septiembre de 2012

"Sólo soy un tío de barrio que ha viajado"

Alejandro Sanz

Texto de Joaquim Roglan
Alejandro Sanz es el hijo de Cádiz y de Moratalaz (Madrid) más conocido del mundo. Vende millones de discos, acumula premios y suma masas de seguidores en las redes sociales. Comprometido con causas humanitarias, no olvida sus orígenes. Pone sus palabras al servicio de las emociones. Merodea por sus letras de amor y desamor, que son como cuentos infinitos. Ahora pide que no le toquen la música


Tiene ese aire sentimental de los muchachos de barrio. Nacido en 1968, va y viene de Miami a Madrid y Extremadura para cantar a España y América queNo me comparen y para recordar que La música no se toca (así se titulan, respectivamente, el single y el disco que acaba de lanzar). Su país le otorgó la Medalla del Mérito de las Bellas Artes. La Casa Blanca le premió por su aportación a la música latina. Da la cara por Médicos sin Fronteras, Save the Children y Greenpeace. Lejos quedan su primer y premonitorio trabajo,Viviendo deprisa, y aquel Más que le lanzó a la fama mundial. Canciones como No es lo mismo, Amiga mía o Corazón partío forman parte de la memoria musical y sentimental de enamorados de varias generaciones. Y se reflejan en su mirada los mares que duermen en su memoria.
¿Ha llegado más lejos que en sus sueños de adolescente?Mis sueños de juventud eran tan poderosos, que ni siquiera cumplirlos puede superar lo que me hacían sentir.
¿Qué siente ahora que los ha cumplido?Necesidad de escribir. Antes apuntaba todo lo que me pasaba, pero dejé de hacerlo. Ahora quisiera escribir una autobiografía de emociones, no de lo que me pasa, sino de las sensaciones. Es complicado, porque son emociones abstractas y no verdades absolutas. He comenzado a escribirla con cuidado, despacito, contando las pequeñas historias con todos los adornos. Algo así como lo que hacía mi madre cuando decoraba la casa con sus recuerdos y en lugar de amontonarlos los ponía con gracia y arte.
Si comenzase por el principio, ¿cuál sería su primer recuerdo?Parecerá imposible, pero es de cuando yo debía de tener tres meses. Es el de mi madre cantándome una nana, y parece que lo estoy viendo. Enamorarse de un momento y transportarlo a través del tiempo es lo que da sentido a la vida.

Usted ha leído y ha escrito mucho más de lo que parece y se cuenta. He escrito mucho cancionero y tengo baúles llenos de libretas, de hojas sueltas, de ideas, de anotaciones al margen, de frases apuntadas en servilletas… Hay cosas algo naif y ñoñas, pero forman parte del proceso. La pureza y la ingenuidad se pierden con el tiempo.
Sus críticos dicen que sus letras no son fáciles.Les dedico su tiempo, pero al cantarlas las palabras cambian, y quiero meter muchas ideas en un espacio pequeño. Por eso compongo para mí, porque como intérprete de otro no sería nada del otro mundo. Y por eso no escribo letras para casi nadie, porque en España hay tendencia a quedarse sólo con el estribillo.
¿Cómo ha conseguido su propia manera de decir las cosas?Consiste en decirlas como las siento, y pongo las palabras al servicio de la emoción. Más que demasiadas corrientes, conceptos o estilos, reivindico los pequeños códigos de escritura propios, los míos, los de mi época romántica y otras, siempre hasta encontrar la propia. Escribir canciones es distinto que escribir poesía. La literatura oral fue anterior, pero estamos perdiendo las nanas y los cuentos. Y si ese hilo del tiempo se corta de raíz, se pierde para siempre.
Le gusta dar rodeos.La literatura se nutre del rodeo. Todo se podría decir en dos palabras, y más ahora que están de moda los aforismos. La tendencia puede ir hacia el aforismo y la brevedad del Twitter, pero hasta ahora la literatura se nutre del adorno y del rodeo, y eso es bonito.
Y cuando escribe, parece que merodea.Sí. Es lo que tiene vivir en el monte y en los barrios de las afueras. Mi padre vendía libros para ganarse la vida y me despertó el gusto por la lectura. Los niños de hoy leen en el ordenador y en el iPhone, pero yo abría un armario y tenía los libros que almacenaba mi padre y la soledad de una familia de Cádiz que se fue a vivir a Madrid. Tal vez por eso, fui un merodeador de la cultura, no me quedó más remedio.
¿Cantar es seducir?Toda expresión artística es seducción. Hay quien cuelga cuadros en las paredes y hay quien hace música pensando en una mujer. Cuando aprendes a tocar la guitarra, las emociones están en carne viva, y lo más probable es que la primera canción sea para una mujer; seguro que la música sirve para la seducción, porque el arte es seducción.
Una voz algo castigada y algo canalla ¿ayuda a su arte?Eso de la voz va por épocas… Sólo hay que acordarse de Los Pecos.
¿Por qué hay tanta piel en sus canciones?Porque soy más andaluz que madrileño y la mesura no va con nosotros. Los andaluces somos pasionales, exagerados, aspaventosos, y en la música abusamos de la exageración. Lo de la luna, el cielo, la piel, lo aprendí escuchando flamenco, y tiene mucho que ver con el flamenco. Se trata de convencer, emocionar y sentenciar en cuatro versos. Eso requiere pasión, y las metáforas son un poco como la ciencia ficción de las emociones.

Magistral y brillante aquella que dice que ella le peina el alma.Gracias. Desde niño llevo clavada la imagen del alfiler en el cabello de una mujer, y recuerdo aquella canción que dice: “Me gustaría ser una horquillita de tu pelo”. Son imágenes muy físicas pero muy poéticas. Y muy reales, porque peinar es un gesto muy sensual.
¿No es demasiado joven para la nostalgia?Cuando contamos anécdotas, no podemos revivir las emociones, las sustituimos por una nostalgia y las guardamos para atrapar el tiempo. Es lo único que queda, lo que se acumula. Lo más importante es generar nuevos recuerdos, nuevas anécdotas, y no repetirse. Esto nos pasa a todos, y hasta la mujer y los hijos se cansan de escucharlas. 

                                                             Ya hace tiempo que descubrió y cantó que la vida va y viene.
Es que siempre voy y nunca vengo. Eso debe de ser algo de la parte gallega de mi familia. Pero también de las idas y las venidas de ocho siglos de conquista del árabe, del tuareg y del nómada, que algo queda.

¿Y si queda un corazón partido?
Los corazones partidos son como las llantas de los coches, que tienen difícil remedio. Hay heridas que nunca se curan. Otras, como los amores primeros, se curan e incluso pueden dejar bonitas cicatrices. Luego vienen las heridas que se quedan para siempre, las que no se pueden reparar nunca.

En No es lo mismo prometía que tenía pomada para todos los dolores.
Sí, pero el botecito de la pomada está medio acabado. Una pomada son la música, la literatura, el arte, los deportes, todo lo que nos distraiga… Pero esto de que nos informen todos los días sobre el Ibex y las primas de riesgo es difícil de curar.

¿Vivir es tan difícil como lo cuenta en Cuando nadie me ve?
No. Hay gente que lo hace difícil, pero no lo es o no lo parece. Nos tomamos demasiadas cosas en serio, hay que aprender a relativizar con más sentido del humor, con menos afección, y hay que elegir bien las batallas de la seriedad. Cuando compré una finquita en Extremadura, mi madre me dijo: “¡Qué contenta estoy!, porque no te morirás de hambre y siempre puedes plantar tomates y cebollas”. Las personas necesitamos poca cosa, y todo lo ­demasiado adornado me hace sospechar.

Su madre era de otra generación.
Mi generación musical es la de los noventa. Veníamos detrás de los ochenta, que es como la más valorada. Salió gente interesante y hubo excesos y sobrevaloraciones, pero algunos ahora ya son mitos populares. En los noventa aparecieron muchos grupos y no queda ninguno. La crisis fue muy grande, y ha quedado más de los ochenta que de los noventa. Fue una transición cultural y musical, y algunos han pasado de generación en generación para hacer bueno aquel tópico de que lo difícil es mantenerse.

¿Por qué cree que ha sobrevivido al boom de los noventa?

Porque me gustaba moverme en el flamenco, que es atemporal, superviviente de todos los estilos y disciplinas y capaz de abrirse al jazz o la música brasileña. Además, adoptó técnicas clásicas y fue culturalmente más inteligente que la música clásica. El flamenco es emocionalmente abierto y necesita introducir toda música interesante. Si no fuese por el flamenco, no sé si hoy estaría aquí; probablemente, no.

¿Qué aprendió del dolor, el quejío y el duende? 
El flamenco es mucho más que esos tres componentes, que son importantes. El flamenco es la historia de un pueblo que al no tener literatura, pintura ni escultura, la única forma que encontró de contar su historia fue por medio de la música. El quejío es la expresión del sufrimiento de un pueblo, y el duende es la habilidad para transmitir el dolor a través del quejío... Del flamenco podríamos hablar durante días.

¿Cómo es su generación, más allá de la música?
Descendemos de generaciones que tuvieron que luchar mucho día a día para sacar adelante a sus familias, y nosotros pasamos a madurar más tarde. Nos asustaba hacernos mayores y asumir las responsabilidades, y eso parece que ha ido como a peor.

¿Qué ha ido como a mejor?
Que cada cual se ponga las medallas que quiera, pero nos escondemos detrás de las opiniones no avaladas por el conocimiento. Se trata de engordar el ruido, que es como ese ruido rosa que hacen los técnicos de sonido para medir frecuencias. El ruido de tantas opiniones hace que no escuches otras. Yo lo llamaría el ruido gris. Y a causa de las redes sociales empiezas a formar parte de ese ruido.

¿Más de ocho millones de seguidores en las redes sociales hacen ruido?
Soy afortunado en este ámbito, pero sólo soy un músico. Por eso me voy al estudio, me encierro y me alejo del estruendo. Si con mis declaraciones y opiniones metí la pata, ya pedí perdón a arquitectos, políticos y urbanistas, pero no a los árbitros de baloncesto, porque soy bueno en eso.

¿Cómo ha aprendido a medir las ­palabras?
La letra con sangre entra. La dimensión de las palabras no se la lleva el viento. Se puede decir lo mismo y siempre se puede decir mejor. Soy impulsivo, tiendo a ser vehemente y hago ejercicios de contención. La contención nunca es mala, y no renuncio al fondo del mensaje.

Uno de sus últimos mensajes, en forma de canción, es que no le comparen. ¿Sabe que le compararán más todavía?
Sí, porque cuando no tenemos muchos más baremos, se sustituyen las definiciones por comparaciones. Y si te comparan contigo, duele más. Es un arma de doble filo, pero una excusa maravillosa cuando metes la pata. El ser humano avanza, y uno nunca se queda pegado a una situación, a un momento, a una palabra o a un disco. El que hizo Más era otra persona; yo soy el que ha hecho este último disco. Y el choque interior de cada canción es contradictorio.

¿Con quién se compararía?
No y no. No me lo he planteado y no quiero hacerlo. No deseo esa mala jugada a nadie. Me gusta hacer pequeños homenajes en mis canciones, pero en Buenos Aires conocí a un tipo que decía rendir homenaje a un antiguo cantante de casete y resulta que lo había copiado íntegro. Eso de los homenajes es todo un mundo.

¿Cuándo se dio cuenta de que la vida va en serio?
Aún rechazo un poco la seriedad de la vida, pero hay días y momentos que han supuesto un alto. Como el nacimiento de mis hijos y la muerte de mi madre. En ese momento sentí el vacío. Soy poco dado a la depresión, ni a hundirme ni a entristecerme, pero ese momento fue duro y complicado. Hay libros de autoayuda que ofrecen técnicas para despedirte y confortarte, pero siendo como soy, quiero tener la presencia. El nacimiento de mis hijos y la muerte de mi madre me enseñaron que la vida va en serio.

Se le nota ese algo desvalido que hay en los ojos de los huérfanos.
Puede ser, puede ser… Son esas heridas que no se curan nunca, y es un dolor que no se cierra.

¿Ha visto mucho dolor durante sus actividades humanitarias? 
En Zimbabue fui con Médicos sin Fronteras a los poblados donde vivían ellos, y hay un millón de huérfanos con el sida infantil. Ahí me di cuenta de las estupideces que preocupan a nuestra sociedad, como el coche, la televisión… Allí son felices sin nada, y yo lo fui con sólo un camastro, una mosquitera y una bombilla. A veces, la solidaridad nos hace más bien a nosotros mismos. Hay que aprender a ayudar, y la solidaridad debería ser obligatoria.

Hay quien recela porque algunos se hacen solidarios para sacar provecho. 
Es increíble, pero la gente solidaria es sospechosa. Nos gusta decir que somos el país más solidario del mundo, pero se sospecha de alguien por ser solidario. Como dijo Antonio Banderas: “Que lo hagan por lo que quieran, pero que lo hagan”. Me lo enseñó mi madre desde niño: “Hay que echar una mano a la gente”. Y hay que demostrarlo y hay que ayudar. Ahora preparo una fundación en Madrid para crear empleo, y hay varios proyectos interesantes de formación de gente y de pequeños negocios, un poco como los microcréditos. Hay muchas cosas por hacer.

Pero se hace mucha guerra.
Las guerras son una exageración decorativa. El día que caiga el meteorito que decían los mayas se irá todo al cuerno. Pero quedará aquella canción de The Beatles que se envió al espacio en un satélite junto a objetos y mensajes de nuestra civilización. Fue un homenaje a la música.

¿Todo se irá al cuerno y se empeña en que la música no se toca?

Una vez quise coproducir un disco con músicos de formación clásica. Para ellos, yo representaba todo lo contrario, hasta que uno me dijo: “El día que llegué a tu casa se respiraba respeto por la música”. Y sí, porque se puede perder el respeto a muchas cosas, pero a la música, no.

Su nuevo disco tiene algo de ochentero.
Hay un ejercicio de arreglos de los teclados electrónicos para no ceñirnos al concepto tradicional de o anglo o latino. Vuelvo a los arreglos armónicamente complejos para poner las canciones al servicio de la emoción. En el disco hay homenajes a Sgt. Pepper’s y a los ingenieros de mezclas, y los hacemos como se mezclaba en aquella época. Hay cosas que son horrorosas, pero otras quedan, y rescatamos las que están en la memoria colectiva. Hay que quitarse la cal de encima, quiero crear mis propias tendencias, no seguir a los demás, y eso me satisface.

¿Qué se hizo de aquella alma nueva y sin usar?
No me casé de blanco. El alma es como el atún de Barbate, que tiene muchas partes: el morrillo, la ventresca… De cada parte de tu alma que dedicas a un amor, algo se resquebraja, pero algo queda para usarse, como en el disco duro de los ordenadores.

¿Ordenando sus recuerdos, se siente más seguro de sí mismo?
Aunque nunca quieras contar nada de ti mismo, se dice de todo, se oye de todo y todo se sabe. Estoy asentado, seguro y afrontando responsabilidades. Experiencias, palos y líos me hacen más fuerte.

No le persiguen leyendas de haberse metido en muchos líos.
Tengo tres hijos de tres mujeres distintas.

Otros tienen más y alegan que ellas son las cómplices necesarias.
En todo caso, la fuerza que me gusta es como la de la cuerda de un barco, que la tensas y te acerca a una nueva orilla. También me gustaría escribir imágenes de la fuerza de Titán, la luna de Saturno. Es un objeto estelar parecido a océanos de metano, con una fuerza de gravedad tan bajita que, cuando se evapora y llueve, se forman unas gotas gorditas que caen muy despacito. Entonces todo flota y tiene su gracia.

¿Su autobiografía será tan merodeadora como un cuento infinito?
Mi biografía no es tan aburrida, pero al final sólo soy un tío de barrio que ha viajado. Porque puedes salir del barrio, pero el barrio no sale de t

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jueves, 6 de septiembre de 2012

Alejandro Sanz regresa a los primeros planos para inaugurar una nueva etapa en su carrera y adelanta su próximo álbum, La música no se toca. Desde Miami, el cantautor español se confiesa a corazón abierto y habla de todo: el momento de la industria discográfica, su familia, el pasado, sus cuentas pendientes y hasta la crisis europea.

En el horizonte se avecina una tormenta. Tormenta, tormenta, nada de una lluviecita. Con esos relámpagos que cumplen su amenaza y truenan que parece que la Tierra se partirá por la mitad. No obstante, él se ríe del aguacero. Y tranquiliza a los que lo rodean asegurando que por la tarde despejará y que la nube que ennegrece y deprime al cielo es una nube con mayúsculas, sí, pero pasajera. 

Alejandro Sanz está acostumbrado al clima tropical de Miami Beach, acaso una de sus ciudades predilectas para trabajar, descansar… vivir, en definitiva. El ventanal de una de las habitaciones de un típico hotel playero miamiense, sobre Island Avenue, es el telón de fondo perfecto para sentarse a conversar con este madrileño de 43 años, uno de los cantautores de habla hispana más prestigiosos del universo musical, dueño de hits como “La fuerza del corazón”, “Corazón partío” o “Amiga mía”. Sanz, un tantito canoso y otro tantito petacón, se preocupa poco por su look (bien informal, con una camisa arremangada que deja entrever sus tatuajes) y mucho por ser un excelente anfitrión. 

Le agradecemos, pero rechazamos la cerveza y las castañas de cajú que saborea una tras otra. Simula ofenderse, pero siempre con una sonrisa de oreja a oreja. El que no derrocha simpatía es su hijo Alexander, que está concentradísimo jugando con su tableta. El padre le insiste en que sea educado y salude, pero “No, dejalo, no lo molestes”. Mejor, a lo nuestro. Al grano. A La música no se toca, una nueva etapa que se inaugura para este artista con cero divismo, a kilómetros de distancia de la pose “soy una celebrity” (si la tuviera, es bien merecida… pero no es el caso).

Para su décimo álbum de estudio, cambió de compañía discográfica (con una suntuosa suma de dólares de por medio) y eligió al productor colombiano Julio Reyes para que le diera una vuelta de tuerca a su más reciente trabajo (el videoclip del simple “No me compares” superó el millón de visitas en YouTube en menos de una semana). Léase por “vuelta de tuerca” combinar sonidos modernos con aires sesentistas-setentistas-ochentistas.

Hay un contraste paradójico entre mi estilo para cantar, que tiene esa reminiscencia flamenca, pero también del pop y del rock, y esta propuesta posmodernista que tratamos de impregnarle al disco. A eso, a la vez, le sumamos un sonido más antiguo. Toda esa mezcla fue muy atractiva”, sugiere Sanz. Aunque se lo percibe entusiasmado, su idea madre para este 2012… era otra. 

Pero es el dilema del huevo y la gallina: ¿Qué es lo que convoca al éxito? ¿Lo que se planea o lo que depara el destino? “Cuando pensaba en este proyecto, me rondaba en la cabeza el regresar a mis orígenes, a CD como El alma al aire Más… pero me ha salido otra cosa, muy diferente (risas). Sin embargo, considero que está muy bien que finalmente así haya sido, porque, claro, uno nunca puede repetirse ni debería ser la intención. Es preferible observar cómo el tiempo ha pasado sobre ti, sobre tus canciones y sobre tu forma de entender la música”, desliza.

¿Y por qué retornar a los orígenes?
Porque viajé hacia otros sitios y es como que quería volver “a casa”. Pero no llegué a eso, sino que me fui a otro lugar completamente distinto. Ojo, mi esencia sigue siendo la misma, porque las canciones que compuse últimamente están más en consonancia con mis comienzos que con el período de El tren de los momentos. Aunque acepto que el resultado actual difiere tanto de aquello de querer “volver” que hasta me causa gracia. Esta es una confesión que a lo mejor no debería hacer.

A propósito, en “No me compares” escribiste: “Ahora podemos mirarnos sin miedo al reflejo en el retrovisor”. ¿Mirás mucho hacia atrás?
De vez en cuando hago ese ejercicio, pero no hay que quedarse tanto en el pasado. Por eso, es bueno pispear por el espejo retrovisor… ¡para que no se te contracture el cuello! (risas). En serio, hay que mirar para adelante. El retrovisor está para echar vistazos y que no te golpeé el pasado. Pero cuanto menos mires para atrás, a veces, mejor. No tienes que hacerlo ni para arrepentirte. El arrepentimiento es un sentimiento un tanto masoquista. No sirve de nada ni vas a aprender, ya que el hombre es el único animal que puede tropezar cuarenta veces con la misma piedra. Entonces, ¿para qué? 

Iba a preguntarte si en tu carrera tuviste crisis. Pero adivino la respuesta… 
No, no tuve. Hay momentos en los que uno está mejor o peor, o tiene más o menos ganas de grabar. Mi ánimo depende de cuántas ganas tengo de ir al estudio. Ahora tenía muchísimas ganas. No tengo horarios para trabajar, sino para dejar de hacerlo, porque si hubiese sido por mí, ingresaba a la mañana y seguía hasta el día siguiente –y lo hice alguna vez–. ¡Me encanta el estudio! No soy como esos artistas que van, cantan y se largan. Entro al estudio antes de que se escriba la primera nota y me retiro mucho después de la última. Y escucho el álbum seis millones de veces, pero previo a su venta. No soy de esos que luego se lo ponen en el coche. 

O sea que no te afectó el paso de los años. No te aburriste de vos mismo.
¡Todo lo contrario! Aunque, ahora que lo charlamos, me acuerdo de que hubo una época en la que me sentía medio desgastado. Fue muy fugaz, pero tal vez pudo haber sido una de esas crisis que tú dices. Sin embargo, te diría que me motiva más ir al estudio que un recital, donde hay una carga de responsabilidad y un examen permanente que le quita disfrute.

“Una canción es un alimento del espíritu”
Nada altera la calma de esta Miami que, en el ir y venir de su gente paseando por la avenida Collins, el shoppinero boulevard Lincoln Road o la Ocean Drive, remite, sin duda, a nuestros noventa –si conoce, lo entenderá, ya que allí las postales valen más que mil palabras–. Ni siquiera la tormenta que arrecia y arrecia, aunque allá a lo lejos… (¿Está aclarando? ¿Tendrá razón nuestro meteorólogo?). 

Tampoco se corren del amperímetro la pasión y la vehemencia que transfiere Sanz en un mano a mano que nos hace olvidar –por un rato, al menos– de la promesa del encargado del bar del hotel (un argentino que se radicó por estos pagos después de nuestra crisis del 2001) de aguardarnos a la salida para que nos “chupemos los dedos” con un trago mitad daiquiri de frutilla, mitad piña colada (y no se equivocó en absoluto). “La música no se toca me inyectó de energía”, subraya.

¿Y por qué no se “toca” a la música?
(Paréntesis para el querido lector: aquí atinamos a mencionarle que el título nos evocaba la célebre “La pelota no se mancha”, Maradona dixit. Y hubo quien hasta aseveró que Sanz se había inspirado en el “Diez”. Evitamos incluir en este reportaje su contestación porque la cara de asombro –¿o espanto?– es irreproducible). –La frase es como una especie de homenaje hacia la música. ¡Tengamos más respeto por ella! Hoy se la consume de otra manera. A las canciones las pasamos a llamar “aplicaciones” o “contenidos”. Me da risa. 

Esto no es un contenido ni una aplicación ni un juguete. Nosotros podemos vivir sin aplicaciones, pero no sin música. Es bueno recordarlo de vez en cuando, ¿no? Sobre todo, para que no nos confundamos. Una canción es un alimento del espíritu. Así que quise como marcar muy bien la frontera de lo que significa y lo que no significa una canción. No nos damos cuenta de la relevancia que tiene la música en la humanidad, en la vida de los seres humanos. Al final, la vida es un milagro y la música es la que nos lo recuerda. 

Precisamente, ¿sos consciente de la influencia de tu obra en tus seguidores? 
Hombre, por supuesto que soy consciente. Además, me lo dicen en Twitter y en el Facebook. La gente te da su feedback de inmediato; eso es lo más maravilloso que tienen las redes sociales. Comparten lo que les pasó en sus vidas, cómo sintieron tal o cual canción… infinidad de cosas que antes no sabía. Aprendí a usar las redes sociales; al principio me costó, porque pareces amigos de tus fans, cuando no lo sos. Y te comportas como si estuvieses con alguien de tu círculo íntimo, y no es así.

¿De qué temas les hablás en este disco?
De las relaciones humanas, como en casi toda mi discografía. Es como un pozo sin fondo. Lo que sí persigo es cambiarles los significados, la forma de expresarme o las imágenes que trato de transmitir. Ya no es todo “te quiero, te quiero”, porque, si no, nos vamos a terminar odiando (risas). Creo que poética y líricamente he dado un pasito adelante. He trabajado muy duro sobre ello. Sin embargo, me gusta pensar que cada persona puede concluir las canciones y ponerles su historia.

¿Sos exigente al encarar una apuesta?
Mira, hay que tener un grado de autocrítica y otro de poder controlar hasta dónde uno tiene que llegar. La insatisfacción es una buena compañera… hasta cierto punto. No estar nunca satisfecho con lo que haces no es aconsejable. Sí lo es buscar siempre un poquito más. Por ejemplo, hay pocas canciones que puedes dejar en su primera versión. Muy poquitas en la vida. Son contadas y el efecto que provocan debe ser excepcional. “Lo ves” me salió así, en una noche, muy rápido. Fue pura inspiración, pura movida emocional. Al resto de las canciones hay que darles amor hasta convertirlas en poesía. Por eso, no hay fórmulas; sí trabajo, porque si uno para componer tuviera que depender solo de su estado anímico… vamos, escribirías un tema cada seis o diez años, quién sabe…

Al final, lo primero es…
“No me compares” suena una y otra vez. Esa voz gastada entona que encuentra un puerto. Y aquí, Sanz, tiene el suyo, y eso excede a la propia embarcación que lo trajo hasta este hotel. “Tengo mis rinconcitos: uno aquí, otro en Madrid… y después está Cádiz, que es la puerta del paraíso. Pero mi lugar en el mundo es donde está mi familia. Cuando llego a mi casa, lo único que quiero es estar con mis hijos. Con los años, me volví muy ‘familiero’. ¡Somos como los Corleone! En las Navidades nos sentamos como noventa a la mesa. Nos vemos mucho, somos muy cercanos. Es importante para mí”, susurra.

¿Alguna vez fantaseaste con el hecho de inclinarte por otro rubro? negrita
Me habría gustado ser arqueólogo. Me fascina. Ellos son los verdaderos buscadores de tesoros. Ahí sí me gusta escarbar en el pasado. Pero porque no es el mío (risas).

El imaginario colectivo sostiene que las súper estrellas lo tienen todo. ¿Tenés cuentas pendientes? 
Tengo y varias. Algunas pequeñitas, otras manejables… bueno, no tan manejables cuando no las puedo concretar. Quiero construir un estudio de pintura y escribir mi libro, una autobiografía emocional. Pero no quiero contar “la noche que estuve cenando con Charly García”. No. No es un anecdotario. Es difícil ponerle el foco, pero lo intentaré. El reto es lo que lo hace interesante.

Alejandro, ¿cuál fue la virtud que te llevó a ser quien sos? 
La inconsciencia, supongo (risas). Es la mejor de mis virtudes. Todos la confunden con la valentía, con la constancia, con el tesón. Pero si uno supiera a todo lo que se expone, quizá no haría determinadas cosas. 


Niño, que eso no se toca… 

Padre de Manuela (hija de su primer matrimonio), Alexander (fruto de una relación fugaz) y Dylan (concebido junto a su actual esposa, Raquel Perera, con quien se casó sorpresivamente por iglesia), Alejandro Sanz alterna entre la familia y el trabajo, ahora que es el turno de las ruedas de prensa, las entrevistas y las fotos para promocionar el álbum que saldrá a la venta a fines de este mes.

Antes, pasaron con éxito Los chulos son pa’cuidarlos (cuando su nombre artístico era Alejandro Magno), Viviendo deprisa, Si tú me miras, Básico, 3, Más, El alma al aire, MTV Unplugged, No es lo mismo, El tren de los momentos, En directo desde Buenos Aires, Paraíso express Canciones para un paraíso, en vivo. Pero hablemos del presente. “En La música no se toca, hay un homenaje a ‘Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band’, de los Beatles, y a ‘Rapsodia bohemia’, de Queen. Ojo, que no fue premeditado, ¿eh? Salió naturalmente. El disco pasa por diferentes climas, pero hay un denominador común, que es la “guasa”, como lo llaman los flamencos. O sea, un poquito de humor, de doble sentido. Me parece que es interesante quitarles un poquito de hierro a todas las cosas, que no parezca que todo es tan importante en la vida”, dice quien confiesa que cuando graba las voces para sus CD, prefiere hacerlo solo, sin presencias revoloteándole alrededor.

De la opinión a la acción 

Alejandro Sanz es de esos artistas que echan mano al micrófono para cantar, pero también para decir. Lejos de manifestarse solo a través de sus canciones, el español suele alistarse en causas sociales (lanzó un disco para colaborar con personas con HIV y participó de campañas organizadas por Missing Children o Médicos Sin Fronteras). 

Ahora, se muestra inquieto por la comunicación contaminante, producto de la crisis por la que transita Europa y, en consecuencia, su país. “Las opiniones no son la mejor forma de estar comprometido, sino las acciones. Más allá de lo que técnicamente está ocurriendo, me preocupa la gente. Y considero que hay demasiada información al respecto. No queremos saber todos los días los índices económicos. ¿Los bancos necesitan saberlos? ¡Que se los digan a ellos! ¿Los políticos los necesitan? Pues, lo mismo. Pero a la gente no, porque es insoportable y, además, no sirve para nada. ¡Yo no voy a solucionar nada! Entonces, déjenme en paz. Déjenme tomar mi café tranquilo (risas)”, reflexiona Sanz, mitad en serio, mitad en broma. 
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